Por suerte, en los ultimos años hay más grupos que jamás pensaríamos que pasarían cerca nuestra y que pudiéramos ver en directo. La música se ha globalizado y pese a que sigue habiendo excepciones, cada vez es más fácil ver tocar a ese grupo que siempre soñamos ver. Pero esto también ha traído problemas. Estamos en una era en la que el ‘aparentar’ casi se está convirtiendo más en el ser y más cuando se aplica a la música en vivo. Como si de una tarjeta por puntos o de un currículum que rellenar, mucha gente va a los conciertos por decir: “estuve allí”. Hacer la foto de rigor para Instagram, presumir de ello, etc.
Aunque a priori esto no es problema, terminará derivando en que si la persona está sólo por la pose, su actitud ante un grupo será cuanto menos, penosa. Charlas entre el grupete de amigos de turno, conversaciones sobre lo que hicieron la pasada noche… Personalemente, he llegado a ver a gente de espaldas al escenario mientras hablaban de cualquier otra cosa. Eso sí, ese maleducado/a no dejará de resaltar en sus redes sociales cómo disfrutó del concierto y no le temblará el puso como pobre de ti le intentes enseñar algo de educación en el cuerpo pidiéndole de buenas que haga el favor de guardar silencio. Y si no eres tú, lo tendrá que hacer el propio artista. Véase el caso de Jeff Tweedy.
¿Cómo vamos a razonar con alguien cuyo propósito es ir a un concierto para presumir, hacerse una foto con el musico de turno “porque yo molo” y visualizar casi el bolo como el botellón que se celebra antes de partir la pana de noche?
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