Hace un par de meses me preguntaba en esta misma columna si este otoño la industria musical hablaría de sostenibilidad. Más allá de noticias como el reconocimiento A Greener Festival que ha recibido el Dia de la Música 2013, la reflexión se centraba en si los diferentes showcases programados en los meses de Octubre y Noviembre tendrían espacio para debatir el papel de la sostenibilidad en la industria musical, siguiendo la estela de lo que ya ocurre en otros que se celebran en Europa.
Sin haber podido participar en Monkey Week o en el Mercat dela Música de Vic, aunque desde la distancia no parece que la sostenibilidad haya encontrado acomodo entre sus contenidos, sí que he tenido la oportunidad de participar en BIME y asistir a la zona de trabajo para profesionales, donde desde Sostenibilidad a Medida tratamos de dar a conocer el papel que la sostenibilidad puede tener en la industria musical, que por lo visto y oído en BIME, puede ser muy importante en los próximos años. Nos quedamos con tres pinceladas.
La primera de ellas viene del concepto de COMUNIDAD, y su utilidad para generar valor a la música y los eventos musicales, pues según él, fruto de la misma el valor de un festival perdura más allá del evento. Me encantó la reflexión de Luis M. Barrall en torno al retorno en forma de capital emocional que supone la música y cómo fruto del mismo lo que sería una acción efímera perdura en el tiempo. Y lo digo porque es en acciones que perduran donde más sentido y valor adquiere la sostenibilidad, por tanto en la medida en la que la industria musical tome conciencia de esa COMUNIDAD que se genera alrededor de la música, más conciencia tendrá de la necesidad de aportar valor a la misma a través de acciones vinculadas a la sostenibilidad social o ambiental.
Y esas acciones enlazan con la segunda pincelada, que apunta a que uno de los grandes activos de la música actual es su capacidad para aportar valor a las marcas, aunque precisando que se debe buscar un proceso de “cocreación” en el que marca y artista/grupo/festival vayan en paralelo. Se apuntaba que en esta cocreación son los valores y las emociones los que asientan los proyectos a largo plazo, por ser entonces cuando se dotan de credibilidad, y nuevamente, en ese largo plazo, los valores vinculados a sostenibilidad adquieren mayor relevancia para la industria musical.
Y un último pildorazo, que Latinoamérica empieza a tener una importante cultura de festivales, contando con que se trata de un territorio tan amplio que hay que abordarlo desde la singularidad de cada país. Destacamos el hecho de que esta cultura de festivales está creciendo contando ya con la sostenibilidad social y ambiental entre sus componentes, con ejemplos como Loolapalooza en Chile y su Espíritu Verde o el interés por estas cuestiones que otros festivales con los que tuve ocasión de charlar están mostrando.
En resumen, sin tener un protagonismo específico, sí que es cierto que en BIME la industria musical habló de sostenibilidad dentro de los valores que asientan su estrategia a largo plazo. Una excelente noticia.
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