Han cambiado la tendencia en las listas de géneros musicales más vendidos de los últimos años y eso hay que reconocérselo. Han rescatado el folk e instrumentos casi olvidados y se han comido con patatas al pop, el rock, el house o el hip hop. Abarrotan salas de conciertos y festivales siguiendo a bandas o solistas que jamás habrían triunfado hace unos años y cuya calidad musical es, muchas veces, cuestionable. Invierten su dinero en CDs y merchandising y, sólo por eso, ya se merecen este post. Se autodenominan hipsters, pero las más modernas negarán serlo jurando con la mano en un pecho atestado de chapas de mostachos.
Impensable salir de casa sin las gafas de pasta más grandes, sin la camisa que rescataron en el pueblo y que se apolillaba dentro del armario de la abuela, sin el bigote perfectamente arreglado, sin las deportivas del Mundial’82, sin un gorrito de lana ligeramente caído y sin los auriculares más vistosos del mercado. Han redescubierto los reproductores de cassette, ven cine checo con subtítulos en cirílico, se dejan crecer barbas de leñador canadiense y leen novelas de escritores de la Beat Genaration. Dicen que van a contracorriente, que no siguen moda alguna, que sólo buscan lo original o auténtico y que aborrecen todo lo mainstream. Sin embargo, millones de jóvenes atestan las calles de cada ciudad con la misma ropa, las mismas tendencias y la misma música.
Es un hecho. Los hipsters, estilo de vida para algunos y moda para otros, han dado un giro al panorama musical. Según refleja la última Memoria Anual de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), han logrado colar entre los 50 álbumes más vendidos de España al Dúo Dinámico y Raphael, los cantautores están en el Top 5 de los conciertos más populares y los festivales con mayor afluencia son el FIB, el Primavera Sound, el Sónar y el Arenal Sound. Compran y degustan música, aunque toda debe seguir los mismos cánones que refleja la Guía No Escrita del Hipster. Por eso, ¿debemos considerarles salvadores o corruptores del panorama musical? ¿Deberían las nuevas bandas sustituir las guitarras eléctricas por ukeleles, abandonar su estética y adoptar la anteriormente descrita, huir de las letras románticas y hablar de la incomprensión del mundo global? Que cada uno tome su propia decisión, pero entre las canciones más compradas de 2013 están las de Paula Rojo, Lana del Rey, The Lumineers, Mumford & Sons, María Dolores Pradera y Manel.
Tiendas para hipsters, webs especializadas, rutas de bares y restaurantes a su medida. Esto se ha convertido en toda una fiebre. En Madrid es el barrio de Malasaña el que se ha llevado la palma; en Barcelona son Sant Antoni y el Born. Lo cierto es que hay verdaderos guetos nada marginales, porque, ahora, lo más cool es ser hipster.
Desconozco si todos aquellos que se autodenominan hipsters han oído alguna vez de Jack Kerouac, leen Vice o visitan la web de Pitchfork Media. Supongo que habrán mamado beat, jazz, punk y grunge para convertirse en los delicados y sensibles catadores musicales que dicen ser para aborrecer otros géneros. Desconozco también si su renovado gusto por lo alternativo es algo innato o tan sólo sigue los preceptos de una moda pasajera. Sea como sea, ellos han reflotado las cifras del panorama musical, así que… ¡Alabado sea el hipster!
Fotografías:
1.- Devendra Banhart, icono hipster por excelencia.
2.- Hipsters en un concierto. (20 Minutos)
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