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Odio los conciertos

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Hay ciertas cosas en esta vida que realmente no son divertidas, aunque nos empeñemos en decir lo contrario. Cosas como tratar de ligar en una discoteca, las cenas familiares o la serie Dos Hombres y Medio. Sin embargo, la actividad que se lleva la palma es, sin duda, un concierto.

Vale, lo primero que habéis pensado es “este tío está para que lo encierren, a mi la música me mola y el último concierto al que fui fue el día más feliz de mi vida, por encima del nacimiento de mi primogénito”. Pero ¿Realmente fue tan genial?

No. Ni siquiera fue un 50% genial, si lo piensas bien tan sólo te lo pasaste bien un 20% del tiempo. ¿Qué no? Empecemos por el principio. Te enteras de que uno de tus grupos preferidos ha anunciado una gira por tu continente, lo primero que sientes es una angustia terrible porque en todos lados dicen que se están acabando las entradas, por fin consigues acceder a un ordenador con conexión y te llevas dos sorpresas. Primera, curiosamente la gira europea incluye 7 conciertos en Alemania, 5 en Reino Unido, 4 en Francia, 4 en Letonia y solo uno en tu país, normalmente en un sitio que te pilla 300 km a desmano, que a veces parece que El Vaticano tiene más fechas de conciertos que España. La segunda sorpresa viene cuando le das al botón de comprar, ves el precio, más gastos de expedición y te das cuenta de que tendrás que estar un mes sin comer para permitírtelo, o vender algún órgano en el mercado negro.

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Otra posibilidad es que unos amigos te hayan invitado a un superconcierto de un grupo al que no conoces muy bien, pero acabas cediendo a la presión de grupo, piensas “conozco la canción esa que suena en la radio, seguro que me suenan varias más” ERROR.

Pasas los siguientes meses o bien en una crisis nerviosa, contando con angustia los días que quedan para el citado evento, o bien tratando de buscar los ratos muertos para repasar las letras de las canciones y no hacer el ridículo cuando llegue el día señalado. Pero en esta vida todo llega, menos el gordo de la lotería, y te levantas a una hora obscena para poder llegar de los primeros. Cual es tu sorpresa al llegar y descubrir que ya hay una cola de unos cien reventados de la cabeza que llegaron ayer por la mañana para ser los primeros en entrar.

Tú te resignas, te sientas en el duro suelo y disfrutas de un bonito día comiendo y haciendo tus necesidades como mejor puedas, lluvia, truena, granice o caiga lluvia de meteoritos. La otra opción es llegar en el último momento, que no haces horas de cola ni nada, pero luego lo ves tan lejos que no sabes si has ido a ver a Lady Gaga o a Rafaela Carrá.

Tras una embestida bestial para lograr los mejores sitios, que ni la avalancha de ñúes que causan la muerte de Mufasa en el Rey León, te espera al menos otra hora de estar de pie y siendo empujado por los de atrás que quieren ir para adelante y los de delante que cierran filas. ¿Qué hacer con la ropa de abrigo? ¿Qué pasa si necesito ir al baño? ¿Ese tío se me está insinuando o es que me quiere robar la cartera? Esas son algunas de las preguntas que se te pasarán por la cabeza en este rato terrible, que encima se alargará más de lo necesario porque cualquier banda o artista que se precie empezará su concierto entre tarde y MUY tarde.

¿Crees que ya empieza lo bueno? Pues no, tu gozo en un pozo, porque 2/3 veces te darás cuenta de que casi todas las canciones son del último disco, ese que es el más mediocre de su carrera, y que casi no te sabes ninguna. Total, que te pasarás todo el tiempo deseando que lleguen los cuatro o cinco últimos temas, que siempre son los temazos. Mientras, habrás tenido que soportar codazos, dolor de pies (Los seres humanos no estamos hechos para estar de pie más de una hora, digan lo que digan) y los chillidos histéricos de ese fan histérico que se ha escapado de algún manicomio, y que, por supuesto, se te ha colocado al lado. Otros agradables compañeros de concierto que siempre tocan son; el novio cachas de la tía chunga con ganas de bronca, el jugador de baloncesto que se pone justo delante, el que se ve el concierto entero a través de su smartphone, o la chica con el cardado a la que le encanta agitar la cabeza.

concierto azul

En fin, si has llegado hasta aquí y sigues pensando que los conciertos son lo mejor desde que se inventó el chocolate, que no hay nada mejor que esa sensación de corear al unísono la misma canción con otras 10.000 personas, que el sonido en directo es una experiencia completamente distinta y que solo estás pensando en la próxima vez, lo siento por ti, no tienes remedio. Tú eres un verdadero amante de la música.

 

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